Por Mario Garcés

¿Qué pasó ayer domingo?

Una vez más fuimos sorprendidos por los resultados electorales, pero esta vez para mal, ganaba la derecha más conservadora, la más tradicional.

Hay muchas maneras de entrar al análisis electoral, ideológicamente (en el buen sentido de la palabra), pero también apelando a algunos tecnicismos. Partamos por estos últimos, ya que pueden ser de utilidad y hacernos poner los pies sobre la tierra:

1.- Votó el 47,6 de los inscritos. Quedan fuera el 53,4

2.- El norte, desde Arica a Coquimbo, se concentra una alta votación en favor de Parisi. En Arica: 28,65%; Tarapacá: 27,36%; Antofagasta: 33,93%; Atacama: 23,95%; Coquimbo: 19,85%.

3.- MEO alcanza un buen rendimiento en algunas provincias y sobre todo en la Región Metropolitana (8.9%).

3.- En el sur, desde Concepción a Aysén, gana Kast. Bio Bio: 32,57%; Araucanía: 42,16%; Los Ríos: 33,15%; Los Lagos: 32,46%; Aysén: 29,47%.

4.-En la Metropolitana y Valparaíso, gana Boric. Metropolitana: 31,02%; Valparaíso: 28,12%.

Solo algunos comentarios:

  • Las provincias –ese Chile que no vemos- apoya a la derecha (ahí se funda la victoria de Kast) o a Parisi (que representa una suerte de populismo básico). En este asunto, hay un dato “territorial” a tener en cuenta.

  • No sabemos las edades de los que votan, pero todo indica, que los mayores votan más conservadores y los jóvenes más a la izquierda. En este asunto hay un dato demográfico a tener en cuenta.

  • Uno de los datos más fuerte es que más del 50% de los chilenos, habilitados para votar, no vota. ¿Despolitización, desafección? ¿Quiénes son los que no votan, los jóvenes radicales de izquierda, los trabajadores informales, los más pobres, los desencantados con la política?

  • Pero, hay otros tecnicismos con efectos políticos: la elección se realiza a la antigua, es decir, sin paridad de género, sin escaños reservados y sin posibilidad de inscribir listas de independientes. Todo muy distinto a la elección de convencionales

Cambiemos el tono y vamos ahora al “análisis” más interpretativo…

II.- Distintas perspectivas y enfoques analíticos

Cualquier resultado no cambia nada

Una primera perspectiva analítica es la que sostiene que no hay nada relevante en juego en las contiendas electorales. Hay ilusionismo, manipulación o “gatopardismo” (o, todas juntas), ya que el sistema sigue siendo el mismo, el modelo no cambia y el pueblo se mantiene en su misma condición de sometimiento y explotación.

Esta es la perspectiva revolucionaria, siempre vigente de algún modo, especialmente en sectores juveniles, de pueblo y de las clases medias ilustradas, para la cual, la única alternativa de cambio reside en el pueblo organizado y protagonista de su propia historia. Una variante histórica en la izquierda indicaba que ello solo era posible con la existencia y desarrollo de un partido revolucionario, capaz de conducir al pueblo a la victoria1.

Así expuesta la situación, parece impecable, inobjetable. Como rezaban las viejas consignas: La emancipación de la clase obrera deber ser obra de sí misma. El problema histórico es qué se debe hacer para que esto ocurra, o cuándo acontece que el pueblo se vuelve sujeto revolucionario. Este es un debate “concreto de la situación concreta” como decía Lenín.

Por cierto, este es un debate de larga data, que no resolveremos ahora, pero que obliga a pensar si bajo determinadas circunstancias de la política “tradicional” es posible alcanzar algún grado de desarrollo o de logro para una política popular (antiguamente los partidos y centrales sindicales distinguían entre el programa de largo plazo y las tareas de corto plazo).

La pregunta es pertinente y admite diversas respuestas. Una respuesta radical es que no importa ni el Estado ni la política de la burguesía en el Estado, solo importa la organización y la acción popular. Otra respuesta indica que sí es posible participar de la política tradicional y burguesa, y al mismo tiempo sostener los principios y una perspectiva autónoma de largo plazo.

En cierto modo, esta última respuesta organiza y reorganiza a la izquierda y a los movimientos sociales en sus “apuestas” políticas de corto y mediano plazo. Así, la política tiene una dimensión variable y temporal, de proposición que se requiere poner a prueba en la práctica política contingente.

Si se acepta esta última perspectiva, la pregunta sería qué se debe hacer en las actuales circunstancias de la política chilena.

La clase política se reconstruye y genera un contrapeso a la Convención

Los resultados de la elección del domingo 21, que han favorecido a la derecha, mostraron un retroceso con relación a los eventos electorales precedentes: el plebiscito del apruebo del cambio constitucional y el de la elección de los convencionales. La pregunta es qué cambió en esta ocasión.

Con relación al plebiscito, tal vez, la naturaleza de la elección y los positivos efectos del Estallido Social del 2019.

Con relación a la elección de los convencionales, la diferencia es más radical. Para la elección de convencionales se votó bajo otras reglas: con paridad de género, escaños reservados y listas de candidatos independientes. Nada de esto ocurrió con la elección del domingo 21 pasado, en que se votó de acuerdo con las viejas normas de la elección de parlamentarios, que privilegia las listas partidarias, lo que permite que se reconstruya la vieja “clase política” y la clase política emergente de todos los colores y pelajes: Partido Republicano, Partido de la Gente, y por qué no, los partidos del Frente Amplio y el Partido Comunista.

Segundo efecto; la reconstrucción de la clase política es al mismo tiempo la emergencia de un contrapeso político e institucional para la Convención Constitucional. Todos los cambios constitucionales que se requiera para hacer avanzar la Convención, y que deban pasar por el Congreso, lo harán por este nuevo Congreso. Una jugada “maestra” de la vieja clase política que se reconstruye siguiendo los parámetros de la Constitución del 80.

Lo más impresionante es que mientras no cambie el sistema electoral y un alto porcentaje no vote, vivimos en la ilusión de la democracia. Kast obtuvo poco menos votos que el rechazo al cambio constitucional (Votos rechazo: 1.634.506; Votos Kast domingo 21: 1.621.641) y Boric no obtuvo muchos más votos que en la primaria de la centroizquierda (Votos primaria: Boric: 1.058.027; Jadue: 692.862; Votos domingo 21 Boric: 1.796.636).

Ambos con sus 28% y 25% del 46.7 que votó, no son más que un 13% y 12% del patrón electoral nacional. Sin embargo, el 25 y el 28%, y mañana el 50 más uno, que uno de los dos obtenga en la segunda vuelta será el desarrollo pleno de la democracia. Una alquimia espectacular

¿El Estallido logra ser reabsorbido por el sistema político?

Por cierto, está pendiente la segunda vuelta presidencial, que todo indica será muy disputada: 1) Por lo que representan los candidatos: Kast, la derecha tradicional replegada sobre sí misma, más que en los partidos tradicionales con una postura y un discurso de ultraderecha; Boric, un joven militante del Frente Amplio con una postura y discurso socialdemócrata que promete las reformas que la Concertación no hizo; 2) Porque ambos candidatos saben que deberán hacerse cargo de las propuestas de una nueva Constitución, que elabora actualmente la Convención. Kast ha declarado que rechazará la nueva Constitución; Boric la apoyará.

¿Qué puede significar que Kast rechace la nueva Constitución? ¿Qué ventajas representará para la derecha un virtual control del parlamento o al menos su neutralización para efectos de reformas que requieran de altos quorum?

La cuestión de fondo es si el Estallido social de 2019 será re absorbido por el sistema político chileno, luego de dos o tres años, y con pandemia mediante.

La segunda vuelta presidencial

La campaña para la segunda vuelta ya se inició y todo indica que se trata ahora de ensayar una receta demasiado conocida en Chile: capturar el centro, el sentido común, el conservadurismo más consensuado. Una política de taxistas y almaceneros conservadores (no todos piensan igual), elevada a la máxima potencia y que se resume más o menos así: Chile quiere orden, seguridad y progreso.

1 La referencia obligada de esta perspectiva se encuentra en el “Que hacer” de Lenín, publicado en 1902.

III. Política y subjetividad: la triste e increíble historia de la izquierda chilena y la cándida convención constitucional

Que las cuestiones subjetivas inciden e influyen en la política es una verdad ya ampliamente aceptada. En la izquierda las cuestiones subjetivas ocupan un lugar especialmente relevante. Pensando en los tiempos recientes, un componente subjetivo recurrente es una suerte de omnipotencia cuando las cosas caminan bien a lo que se suma, a veces, algún secretismo en el manejo de información. Vale para distintos grupos, pero la experiencia de la Lista de Pueblo es emblemática y duró en el tiempo un poco más que un suspiro. Pero, hay otros casos, aún mayores como por ejemplo ese clima que se generó luego de la elección de alcaldes y gobernadores: “Chile giró a la izquierda”, se proclamaba. Y ese clima precedió a la definición de quienes iban a la primaria de la centroizquierda y que dejó afuera a socialistas y PPD. Craso error: Ni Jadue era posible sin la unidad de la Izquierda y tampoco Boric, como se ha demostrado en estos días.

Con la Convención los problemas son otros, pero básicamente uno de carácter estratégico: sin apoyo y base popular activa, la Convención, políticamente, vale muy poco. Y ese apoyo y base popular activa debe ser público, no privado, ya que la Convención debe trabajar como “representante” del pueblo y no separada del pueblo. Todo su poder radica en esa relación. Por mucho saber profesional de sus componentes, si la Convención no trabaja permanentemente su relación con el pueblo corre el riesgo de perderse en las alturas y ser cooptada por el poder tradicional de las elites y el Estado. Ese será el precio del ascenso social de sus miembros, pero más allá de ese riesgo el mayor de todos es que pierda el poder que hasta ahora representa.


Mario Garcés Durán.

Académico del Departamento de Historia de la USACH.
Director de la ONG ECO Educación y Comunicaciones, y parte de su área de Educación Popular.

Tres de sus libros más conocidos son Crisis social y motines populares en el 1900 (Ediciones Documentas, Santiago, 1991), Tomando su sitio. El movimiento de pobladores de Santiago, 1957-1970 (LOM Ediciones, Santiago, 2002) y El golpe en La Legua. Los caminos de la historia y la memoria (LOM Ediciones, Santiago, 2012), este último en coautoría con Sebastián Leiva. Es también editor de varios volúmenes sobre historia de los sectores populares santiaguinos publicados por ECO y recientemente publicó El “despertar” de la sociedad: los movimientos sociales en América Latina y Chile (LOM Ediciones, Santiago, 2012).