Conversamos con Gabriela Cruz, fotógrafa, gestora de Ojo Poblador y creadora de “Ñeke, el poder de las piedras”, exposición itinerante que registra la resistencia callejera y la desobediencia civil de la revuelta social iniciada el 18 de Octubre del 2019.

Como bien se dice, practicar el arte es un placer, y cuando buscas ser un artista en tu vida, se convierte en dolor, ¿por qué escogiste la fotografía?

Creo que la vida en sí misma es dolor y también placer, pero ver lo que nos toca ver sin duda tatúa mucha rabia y dolor y, dentro de eso, intento ver belleza, en la dignidad, en la esperanza. El concepto de artista me lo tomo como Víctor Jara, solo el tiempo, la historia y la gente dirá si una es o no artista, por ahora solo soy obrera de este oficio.

En mi caso me prometí en mi adolescencia que no sería fotógrafa. Venía de una familia completa de fotógrafos desde mi bisabuelo y estaba muy enojada con mi padre, así que siempre me decía que hasta acá llegaba ese oficio. Igual la fotografía era parte de lo cotidiano, visitar a mi abuelo estaba ligado inevitablemente a rebelar en el cuarto oscuro; la cámara Voigtländer era mi juguete desde muy chica y también su filosofía. Yo era garzona, pero ya estaba cansada de la bandeja. Mi abuelo me decía siempre que tomara fotos para ganar lucas, pero como madre monoparental de un enano no le veía sentido así que nos fuimos a Argentina para intentar estudiar Kinesiología. A medio año tuve que volver porque no tenía quien cuidara a mi hijo y no tenía redes, dentro de mi frustración y la muerte de mi abuelo, presenté un proyecto a una muni y compré una máquina chica, esas digitales de casa, nada réflex. Con eso empecé a tomar fotos carnet y actividades en el colegio de mi hijo para sobrevivir, aprendí mucho en ese proceso, pero sentía que me faltaba algo, estaba embarazada de mi segundo hijo y ya había invertido más, tenía una réflex y otras cosas. Además, estudié maquillaje en medios visuales, pero había una sed de conocimiento que me volvía loca porque cuando la relación con tu herramienta de trabajo se vuelve monótona se daña como las relaciones de pareja jajajaja. Entonces vi en alguna parte estas luchas contra Monsanto así que estudié todo lo que pude del tema y, desde esa primera marcha a la que fui hasta hoy, el reportaje gráfico y documental ha sido un medio para reconocerme. Claro que tuve otro giro cuando fueron los 30 años del asesinato de Rodrigo Rojas porque tocó mis heridas de la dictadura y fue cómo llegué a exhumar mi propia historia y las de otros, hasta hoy. Después de ese año empecé a construirme y siempre con más dudas que certezas que es el mal de muchos colegas también. Lo interesante es que como decía mi abuelo debiéramos vivir como 7 vidas para entender la fotografía en su cabalidad y esa intriga se vuelve una droga con olor a químicos de cuarto oscuro.

Hoy estás itinerando con tu trabajo Ñeke, cuéntanos ¿por qué el nombre, de qué trata y cómo abordaste este trabajo?

Ñeke partió como una necesidad de llevar un trabajo casi inédito a los territorios, casi todo estaba en mis archivos, pero no en redes sociales por respeto y resguardo de las primeras líneas. Veía que las exposiciones se iban fuera del país, opción que también tuve, pero no me pareció coherente para mí, si en Chile no se había hecho algo primero. Devolver en imagen tangible, en cultura, en discurso y un llamado a la libertad de los que estuvieron en esas calles dando la pelea, eso era importante. También lo es sacar las fotos de los museos y lugares estáticos, y llevarla a la dinámica de la calle. Esto es otra cosa y la gente es muy, pero muy agradecida en las poblaciones, en regiones y actividades de resistencia.

Ñeke viene del quechua ñiqquiy que significa músculo, pero se interpreta como fuerza o vigor en la jerga popular. Significa mucho más según yo, es un verbo accionando desde el ingenio chileno esa fuerza o vigor que nace desde ese músculo que late. Se escribe sin K, pero es de donde salió el concepto.

¿Cómo se ha ido construyendo en el tiempo tu discurso fotográfico? ¿Cuál es el tema más recurrente en tus imágenes?

Huau, gran pregunta, estoy trabajando justamente en eso, pero no puedo adelantar mucho del proyecto. Lo que sí te puedo responder es que el discurso cambia según los contextos históricos y biográficos, pero hay una columna vertebral y eso es que decidí ser militante de la fotografía. Esta es mi trinchera y mi forma de plantarme política y humanamente, tanto para ver la tragedia y el dolor como la belleza y la poesía que se escribe con esta luz.

Cuéntanos de Ojo Poblador, ¿lo poético se sobrepone sobre lo político o viceversa?

En la fotografía una escribe con luz, por lo tanto, van de la mano. La poesía siempre ha sido parte de mi necesidad de expresión y la política es un acto necesario, así que es como una imagen en resistencia poética jajajaja.

¿Puedes aclararnos la diferencia entre el fotoperiodismo y el fotodocumentalismo?

Bueno el fotoperiodismo te muestra el momento y el ojo del autor busca impactar de modo intencionado; el documental, en cambio, muestra lo que pasó, lo que pasa y analiza lo que pasará. El documental es más lento, impacta igual, pero es un trabajo más largo y menos ansioso.

Creo que siempre se está en la línea hibrida según los contextos, pero en mi caso me gusta el romanticismo del documental.

¿En qué situación o estado se encuentra el trabajo fotográfico documentalista en provincias? ¿cuáles son los temas centrales?

A nivel provincial hay colegas como Fernando La Voz que en Osorno ha hecho cosas interesantes con respecto a varios temas, como la pedofilia en la iglesia católica o temas con causas mapuches. Los colegas de AFI Los Ríos trabajaron el estallido social y están prontos a exponer, también tienen trabajos maravillosos en la cárcel de mujeres, a quienes educaron en talleres y lograron que mujeres condenadas a más de 40 años pudieran salir al aire libre en una de esas clases. Sin duda tienen material, pero no siempre se muestra y no siempre se valora. Seguro que otros colegas están trabajando a nivel provincial otros temas, pero por lo general lo combinan con sus vidas y otros trabajos; son pocos los proyectos y el financiamiento en general es autogestionado lo que hace más difícil concretar los trabajos. De Santiago se migra más a regiones a hacer cosas según veo, pero el talento local es grande y Chile se lo está perdiendo porque no se invierte en cultura.

Con toda la tecnología de hoy día, ¿cuál es el aporte que hace la fotografía a la sociedad?

Sin duda que es importante, con un celular se han tomado imágenes y videos en que se denuncian violaciones a los derechos humanos que en otros tiempos no se hubiera podido. Pero también se debe educar frente a eso porque hoy todos son reporteros con estos aparatos y no hay una formación ética sobre la grabación en vivo en un momento de conflicto y esto ha perjudicado a muchos jóvenes que hoy están presos por causas del estallido social. Los mismos “pacos intramarchas se infiltraron para producir situaciones que luego grababan”,

Es un tema que se debe enfrentar y educar sin duda.

Por último, ¿Qué relevancia tienen las artes en la educación?

Creo que es la forma más efectiva de educación, la más blandita y bella, entra en la cultura y deja conceptos, cuenta historias y reconoce a otro en contextos y formas que construyen las historias de los pueblos.

Con las canciones de Violeta Parra y de Víctor Jara, por ejemplo, se abrieron mentes y aprendimos historia, del amor del pueblo y su gente. También hubo otros músicos y también estos dos artistas obreros crearon desde otras disciplinas como el teatro y la plástica. Para mí son los mayores exponentes y son mi referente sobre todo en el amor, la intensidad y la ternura, el rigor, el respeto por nuestra gente y oficio.


Gabriela Cruz

Mamá, fotógrafa, hija, hermana, compañera, amiga, justiciera, escritora de memorias, sobreviviente

(la describe su hijo Vicente Cocio)