Por Pilar Veas Gálvez

El estallido social y posterior rebelión de octubre 2019 además de generar una ola de protestas a lo largo del país, también provocó el surgimiento de numerosos cabildos y asambleas territoriales. Si bien hasta el día de hoy se desconoce el número exacto de asambleas que surgieron al calor de las movilizaciones, se estima que hubo más de 1200 espacios organizativos [1]. Este artículo es el reflejo de una investigación que rescata los testimonios de miembros de estas asambleas y coordinadoras territoriales con el objetivo de dar a conocer el movimiento asambleario1.

1 En el número 18 de este fanzine puede encontrarse otra faceta de esta investigación.

Territorios en lucha y resistencia

¿Por qué a diferencia de otras manifestaciones se adoptaron las asambleas territoriales como repertorios de lucha y organización? Los resultados sugieren que el nacimiento de estos espacios se vinculan al contexto nacional, las dinámicas territoriales y las experiencias de lxs participantes.

A nivel nacional, los testimonios concuerdan que ni el gobierno ni la oposición fueron capaces de abordar la crisis originada y, “frente a ese vacío de poder, ante esta incapacidad del gobierno, la gente vio la necesidad de reunirse. Necesitaban reencontrarse, necesitaban cierta seguridad, cierta claridad de qué hacer en este contexto, porque la vida cotidiana se estaba viendo afectada, y la única respuesta que da el Estado es violencia”, explica Ramiro. En ese sentido, lxs entrevistadxs sugieren que la represión y el toque de queda parecen haber fortalecido la movilización y organización en los barrios, los cuales brindaron una sensación de seguridad a los manifestantes en comparación a lo que ocurría en el centro de Santiago.

Por esos días, la Mesa de Unidad Social, espacio compuesto por más de 200 organizaciones, efectuó un llamado por redes sociales para realizar cabildos en todo el país. Al consultar a las asambleas éstas explican que, aunque ya se habían comenzado a reunir, muchas de ellas se formaron en respuesta a esta convocatoria. Mauricio, miembro de la Asamblea Los Alerces y la Coordinadora de Asambleas Territoriales de Ñuñoa (CAÑU) cuenta, “la CAÑU nace por unas reuniones de Unidad Social que convocaban en el Estadio Nacional y a la mayoría de las asambleas que íbamos no nos interesaba Unidad Social para nada; como que representaba toda esa política vieja de izquierda, pero íbamos porque sabíamos que podíamos encontrarnos con otras asambleas y lo interesante era lo que pasaba después de las reuniones porque ahí intercambiamos información personal para mantenernos en contacto”.

Otro componente relevante en la conformación de las asambleas corresponde a las dinámicas urbanas, las cuales han generado una serie de estructuras de privilegio en ciertos barrios. Estas “injusticias espaciales” propician la conformación de manifestaciones, colectivos y organizaciones sociales en un momento determinado, las cuales pueden reaparecer en un contexto de movilización. Sobre esto, Daniel explica “en Puente Alto nos costó muy poco organizarnos porque ya existían experiencias organizativas de hace años. Si bien no éramos muchos, ya había una red de contactos. Entonces, cuando los primeros días todo se concentraba en la protesta, en ir a Dignidad, mucha gente iba para allá de Puente Alto, pero también las primeras semanas quienes éramos el activo político, los compañeros que nos conocemos empezamos a visualizar que un tema importante iba a ser la organización en los territorios mismos. Conversamos con varios compañeros y compañeras que pertenecían a colectivos feministas, de No+AFP Puente Alto y otros. Todos dijimos: hay una gran participación, pero también hay mucha dispersión. Generemos instancias y actividades en conjunto para que se vea una demostración de fuerza. Entonces hicimos una primera jornada que agrupó más de 200 personas y ahí nació la Coordinadora”.

Lo anterior se relaciona directamente con las experiencias personales. Aunque no se puede negar que muchas personas por primera vez salieron a las calles, esta investigación sugiere que la conformación de asambleas surge principalmente por la iniciativa de personas comprometidas en la acción colectiva. Al ser entrevistados, lxs miembrxs de las asambleas y coordinadoras expresaron que no militan ni se relacionan con los partidos políticos, pero la gran mayoría participa activamente en organizaciones de base o colectivos. En algunos casos reconocen la presencia de militantes del Frente Amplio o del Partido Comunista en las asambleas, pero aclaran que en general estos repertorios parecen trascender del dualismo clásico de izquierda o derecha.

El pacto por la paz: un arma de doble filo

La política de los acuerdos irrumpió un 15 de noviembre de 2019, dando lugar a un acuerdo nacional denominado Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución, el cual solicitaba la realización de un plebiscito sobre la constitución de 1980. Tras la firma de este acuerdo por 10 representantes de partidos políticos y Gabriel Boric [2], la rebelión popular y en especial las asambleas territoriales se debilitaron. “Se dio luego del paro más grande que ha tenido Chile en los últimos 40 años. Los poderes del Estado se asustaron y respondieron con una lógica de la cocina, de decidir por debajo de la gente. Se cambió el rumbo de lo que estaba pasando y el proceso constituyente se llevó todo; todo lo que tenía que ver con demandas inmediatas como las pensiones, el sueldo, entre otras cosas, quedaron de lado”, señala Carlos de la Asamblea Latinoamérica Unida.

El acuerdo provocó gran controversia en las asambleas por la forma en que se llevó a cabo y también por no incluir la opción de Asamblea Constituyente en el plebiscito. Los testimonios expresan en general un discurso de rechazo hacia “el pacto por la paz”, pues lo definen como un proceso ilegítimo y viciado en su origen. No obstante, difirieron en la forma de afrontar este episodio. Una primera postura sugería que el acuerdo sólo pretendía proteger el marco institucional y que todo lo que surgiera de él debiese ser rechazado enérgicamente. La segunda posición sostenía que si bien ese camino fue impuesto por la institucionalidad, el plebiscito representaba una oportunidad única para cambiar la Constitución de 1980.

¿El resultado? El acuerdo dividió a las asambleas: quienes apoyaron el proceso constituyente mediante campañas e incluso la participación de candidatxs, y quienes decidieron dar un paso al costado y continuar enfocándose en el trabajo territorial. Independientemente de la postura adoptada, los testimonios comentan que disminuyó la participación en las asambleas y muchas de ellas dejaron de funcionar.

¿Un reflejo de poder popular?

Las asambleas territoriales modificaron el espacio hacia un escenario de resistencia y comunidad vecinal. Si bien en una primera etapa, estas organizaciones realizaron acciones directas para desafiar el toque de queda, la movilización se fue desplazando hacia otras formas de expresión y actividades. En este sentido, son varios los testimonios que plantean la necesidad de reconstruir el tejido social y crear poder popular para promover cambios en el sistema actual. Otros testimonios —cercanos a corrientes anarquistas —destacan la importancia del trabajo en los barrios.

Si bien no existe una definición exacta de poder popular o tejido social, la literatura académica identifica la presencia de ellos en diversos movimientos sociales y acontecimientos en la historia de Chile. Gabriel Salazar, por ejemplo, señala que podemos encontrar ejercicios de poder popular en los congresos nacionales de trabajadores y en las mancomunales que promovieron la movilización de los trabajadores a comienzos del siglo XX [3]. Otras experiencias se encuentran durante el gobierno de Salvador Allende, el cual se caracterizó por la creación de diversas organizaciones denominadas comités de coordinadores, cordones industriales o comandos comunales. En esa época, cercanos al gobierno de la Unidad Popular veían el poder popular como parte del gobierno y del programa de Allende. Otros en cambio, situaban el poder popular desde una perspectiva independiente y alternativa al Estado [4]. Por otro lado, el concepto de tejido social se ha asociado principalmente a una red de estructuras sociales que se construye y fortalece en los territorios e implica la inclusión de sus habitantes [5].

¿Cómo se relacionan estos conceptos con las asambleas y coordinadoras territoriales? Marcela del Cordón Cordillera comenta: “nos dimos cuenta que existe la necesidad de organización. Es una necesidad transversal: la naturaleza, la plaza, que tengamos un lugar de esparcimiento, que exista un buen consultorio, que los colegios sean decentes y que lxs cabrxs no tengan que cruzar todo Santiago por un buen colegio. Por eso yo creo que debemos avanzar hacia el poder popular. Hoy en día te han hecho creer que ese concepto es netamente político pero es una forma básica de organización en la cual todo tiene que ser horizontal y justo para todos”. Incluso existen asambleas y coordinadoras, que integraron estos conceptos a su declaración de principios. Es el caso de la Coordinadora de Asambleas Territoriales (CAT) que descansa en el principio de poder local, entendido como “espacio para coordinar a las asambleas territoriales y avanzar hacia la construcción del poder popular”.

Otros espacios, no utilizan estos conceptos en sus definiciones. Sin embargo, destacan la importancia del trabajo territorial, tal como la Asamblea Jardín Alto Organizado que indica que su objetivo es “fortalecer el barrio y crear comunidad”. Daniela, miembro de la Asamblea WAF, identifica la existencia de poder popular en algunas experiencias asamblearias, pero no cree que sea el concepto más apropiado para utilizar: “el término poder está en tela de juicio en muchos espacios organizativos. Los mismos candidatos constitucionales no se arrogan un poder por sobre nada ni nadie. Yo creo que el concepto ya está desmerecido y que las mismas experiencias de organización horizontal y patriarcal nos alejan del poder y nos orientan más hacia la idea de organización y de transformación. El poder es malo, siempre será malo, popular o no”.

Aunque el debate sobre el poder popular en las asambleas territoriales sigue abierto, todos los testimonios destacan la relevancia del trabajo territorial. Esto se ha visto reflejado en las numerosas actividades que se han desarrollado desde octubre 2019 al aire libre: instancias de autoeducación, actividades culturales, redes de abastecimiento, etc.

A pesar de los períodos de desmovilización que han surgido desde el 18 de octubre de 2019, los testimonios coinciden en que la lucha no termina con el cambio de una constitución, sino que es necesario avanzar hacia cambios estructurales en el largo plazo. Diversas asambleas continúan funcionando en la actualidad, o incluso se han reactivado para responder a la coyuntura. En otros casos, se han fusionado o han creado nuevos espacios.

La pregunta que nos queda hacer entonces es: ¿Cuál será el futuro de estos espacios de organización? Queda por ver si estas organizaciones podrán mantenerse más allá del proceso constitucional. No obstante, todo indica que las asambleas llegaron para quedarse.

NOTAS

[1] Unidad Social, Universidad de Chile, Universidad Católica del Norte, Universidad de Tarapacá, Universidad de Tarapacá, Universidad Arturo Prat, Universidad de Santiago, Universidad Tecnológica Metropolitana, Universidad de Valparaíso, Universidad de Concepción, Universidad de La Frontera, Universidad de Los Lagos y Universidad Austral de Chile. (2021). Demandas prioritarias y propuestas para un Chile diferente : sistematización de 1.233 cabildos ciudadanos . Disponible en https://doi.org/10.34720/wk9d-dp94

[2] El acuerdo fue firmado por Fuad Chaín, en representación del Partido Demócrata Cristiano (PDC); Álvaro Elizalde, por el Partido Socialista (PS), Jacqueline van Rysselberghe, representando al partido Unión Democrática Independiente (UDI); Catalina Pérez, presidenta en ese momento del partido Revolución Democrática (RD); Heraldo Muñoz, en representación del Partido por la Democracia (PPD); Mario Desbordes, ex presidente del partido Renovación Nacional (RN); Luis Felipe Ramos, por el Partido Liberal (PL); Hernán Larraín Matte, ex presidente del partido Evolución Política (EVOPOLI); Carlos Maldonado, por el Partido Radical de Chile (PR); Javiera Toro, ex presidenta del partido Comunes y Gabriel Boric a título individual.

[3] Salazar, G. (2012). Los movimientos sociales en Chile. Trayectoria histórica y proyección política (Uqbar Ediciones).

[4] Gaudichaud, F. (2004). Poder popular y cordones industriales: testimonios sobre el movimiento popular urbano, 1970-1973. Lom ediciones.

[5] Garcés, M. (2017). Los pobladores y la política en los años ochenta: Reconstrucción de tejido social y protestas nacionales. Historia 396, 7(1), 119–148.


Pilar Veas Gálvez

Magíster en Políticas Públicas del Instituto de Estudios Políticos de París (Sciences Po). Diplomada en Estrategias Políticas para las Políticas Públicas de la Universidad de Chile. Contadora Pública y Auditora de la Universidad de Santiago de Chile. Ex Consejera Académica en la Federación de Estudiantes. Sus intereses de investigación son las movilizaciones sociales, la democracia y la representación.