Contracultura, escena y monstruosidad (entrevista)
Conversamos con Cristian Aravena, actor, dramaturgo e investigador sobre los vínculos entre arte y política en América Latina.
¿Qué rol tiene el teatro en la sociedad actual? ¿Cuál es su aporte?
Uy! Es difícil responder, así como así, esta pregunta porque nuestro sector ha estado parado mucho rato. Antes de la pandemia, con el estallido social, muchos teatros de la capital habían cerrado y no a mucha gente le importó, más allá de nuestros círculos. Para mí, eso dice dos cosas: que hay un desinterés importante, pero lo otro es que hay una parte del teatro que está bastante alejada de lo que está pasando en nuestra sociedad. Entonces para mi hay una escena del teatro distinta que batalla harto con la realidad porque la critica, la desmonta y nos la muestra; pero para esa escena no es tan fácil el día a día, porque tiene que hacer de todo para poder subsistir. Pero curiosamente esa es la que está más vinculada a los sectores populares de nuestro país.
¿Qué es el teatro para ti? ¿qué sentido le das a la práctica teatral?
El teatro para mi es una forma de poder comprender y articular la realidad que nos atraviesa, pero desde múltiples miradas. El texto es una forma, la actuación es otra, la iluminación, el vestuario, la escenografía y la dirección nos permiten poner el acento en algo de este momento tan terrible que nos tocó vivir y que, en verdad, hemos construido como humanidad. Yo trato de que el sentido de lo que hago en el teatro esté vinculado a lo político del territorio en el que me encuentro. Al escribir mi tesis doctoral “los inicios del teatro político de Isidora Aguirre”, creía que era necesario rescatar una “tradición” de un teatro que había sido bastante vapuleado por la Concertación y sus estéticas de “la medida de lo posible”. Ahora sigo creyendo en la necesidad del teatro político, pero desde otro punto de vista.

¿Consideras que existe un tipo de teatro que podría calificarse de contracultural? ¿por qué?
Yo creo que si consideramos que hay un movimiento contracultural, entendido como contracorriente a lo que la oficialidad, la institución, los “consensos” y el buen “gusto” dictan; entonces sí habría un teatro contracultural. Diría que una escena contracultural, porque puede contener lo que usualmente conocemos como teatro y más allá. En ella se construye otro tipo de vínculos y asociatividad.
De ser así, ¿algunos de los proyectos en los que has participado, o has liderado, cabrían dentro de esa categoría? ¿por qué?
Justo por estos días se conmemoran 7 años de la muerte de la performer Hija de Perra, querida amiga con la cual conformamos una manada importante, con fuertes vínculos que se mantienen hasta el día de hoy. Armamos un colectivo llamado Chiquitibum y generamos varias fiestas con este nombre, auto producidas en un galpón frigorífico que queda en la panamericana, hicimos varios eventos durante nuestra tardo-adolescencia.
¿Podrías comentar lo que te pareció más interesante y/o destacable de esos proyectos?
Creo que la mezcla de cosas, de imaginarios, de sensibilidades, de realidades, de disciplinas. Había gente de teatro, de artes visuales, del cine, de la fotografía, música. Creo que lo que más me gustaba era nuestra monstruosidad, un poco boba en momentos, pero éramos chicas y todo lo teníamos permitido. Monstruosidad lo digo no peyorativamente, lo vinculo a la posibilidad de construir algo con muchos pedazos de vida, de otros algos que no tienen mucha forma, como Frankenstein, como Sally. Éramos mezcla de mucho y generamos hartos espacios en momentos en donde la homofobia estaba álgida (asunto que ha cambiado poco) y a nadie le importaba más que a nosotras.
¿Qué temas suelen abordarse? ¿Qué temas has abordado? ¿por qué?
Es que hay infinidad de temas porque éramos (somos) muy multiversales, nos seguimos encontrando en los espacios de la disidencia sexual, por ejemplo, pero algunas también coincidimos en espacios académicos de las artes y las ciencias sociales.
Creo que lo que más me gustaba era nuestra monstruosidad, un poco boba en momentos, pero éramos chicas y todo lo teníamos permitido. Monstruosidad lo digo no peyorativamente, lo vinculo a la posibilidad de construir algo con muchos pedazos de vida, de otros algos que no tienen mucha forma, como Frankenstein…

¿Qué es lo central en ellos?
La lucha contra la desigualdad, algunas seguimos pensando que viene desde un irreconciliable conflicto de clases, otras no. Pero la libertad sexual, el autocuidado y la protección de los ataques fóbicos nos siguen convocando.
¿Cómo incorporas las experiencias asociadas con lo LGBTIQ+ y con las disidencias sexuales? ¿Cuáles son los principales conflictos afrontados?
Yo creo que la discriminación y el odio hacia las disidencias sexuales sigue siendo un gran tema. Porque la verdad es que les cabres chiques la tienen igual de difícil que nosotras, pero elles apuestan todo el tiempo a la visibilización. Basta ver los crímenes hacia las compañeras trans, que quedan en completa impunidad desde el sistema judicial, pero no entre nosotras. El patriarcado sigue viviendo momentos álgidos, a nivel institucional, por más que se quiera disfrazar de otra cosa, pero ahí están las compañeras feministas batallando los espacios. Las disidencias también, seguimos insistiendo.
Cristian Aravena
Doctor(c) en Historia del Arte, maestro en Estudios Latinoamericanos, ambos en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). En teatro se desempeña como obrero teatral. Profesor e investigador en diversos espacios de Chile, Argentina y México, donde reflexiona en torno a los vínculos entre arte, cultura, teatro y política en América Latina, subrayando los flujos estéticos y políticos entre el “compromiso” y las “militancias” artísticas de los sesenta.