Por Yhislaine Pavez Manzzo y Simón Aguayo

Nos enfrentamos a un escenario complicado. Hemos visto como la revuelta popular abrió un ciclo que ha sido capitalizado por sectores reformistas que, mediante la institucionalización de las luchas, se han esforzado por darle una salida por arriba a un conflicto que debe resolverse desde abajo. En ese contexto adverso, creemos que es fundamental revisar y reflexionar acerca de lo que han sido estos dos años de revuelta, no para contar una historia que todxs vivimos, sino porque es necesario hacer una revisión de ésta para poder perspectivarla, desde la mirada de la organización territorial.

Una revisión necesaria

En Octubre de 2019 estalló la revuelta, con las evasiones masivas y la posterior salida en masa a las calles por parte de la gente que habita este territorio llamado $hile. Es en este contexto que nacen las asambleas territoriales como expresión organizativa popular, surgidas desde la inconformidad en cuánto a la precarización de la vida y de la necesidad de encuentro, discusión, contención, entre otros.

En paralelo al alza de la protesta y la validación del uso de la violencia como forma no sólo legítima, sino que necesaria, de protección y cuidado de quienes luchaban frente a la militarización de las calles; estos espacios territoriales se fueron convirtiendo en instancias de socialización entre vecinxs. Desde estos espacios se comenzó a trabajar con lógicas comunitarias y horizontales, haciéndose posible una pequeña superación del individualismo neoliberal desde nuestros espacios locales, abriendo un flanco, en todos los territorios, que hasta entonces sólo era propio de las poblaciones más combativas. Los problemas, hasta ahora individuales, se volvieron colectivos y las soluciones también. Surgieron así diversas iniciativas de cuidado mutuo y expresión. Durante el día, ollas comunes, espacios de cuidados de las infancias, instancias de contención emocional, entre otras. En las noches, se protestaba en la esquina, se juntaban lxs vecinxs a expresar, también colectivamente, su descontento. De esta manera, se comienza a rearticular un tejido social casi completamente mutilado por la dictadura y los 30 años de “transición”. Con esto nos volvimos a llamar pueblo, sintiéndonos finalmente parte de algo más grande.

Como otra expresión del carácter de la revuelta, es necesario hacer mención de la inorganicidad que permeó a la protesta, ya que esta se desarrolló alrededor de un profundo dolor de los pueblos. Es así, como los sectores populares se volcaron a las calles, fuera de todas las expectativas que el poder, y los sectores organizados, podían tener. La capacidad de rebelarse y su radicalidad sorprendieron a todxs. Y es que, por mucho tiempo, se pensó que en este territorio todas las salidas que el pueblo esperaba respondían a lógicas institucionales. Es aquí donde las redes sociales juegan un rol determinante en el sello autoconvocado de todo este proceso, así como en la difusión tanto de convocatorias como de distintos temas que se colocaron en la palestra pública en forma de demanda. Los pueblos desbordaron cualquier análisis político.

La situación de hoy: un escenario complejo

El 15 de noviembre, se firmó el “Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución” por sectores que van desde el Frente Amplio hasta la UDI. Dicho acuerdo permitió la institucionalización de la fuerza popular que llevaba un mes expresándose radicalmente en las calles, lo que tuvo como consecuencia que los espacios territoriales, que venían al alza, perdieran capacidad de acumulación. Por lo tanto, las asambleas terminan reduciéndose a un activo político que ya existía previamente, y que no se siente representado por esta salida institucional. Esto por haber nacido con el objetivo de restringir el control popular sobre los espacios territoriales, revitalizando la concepción liberal de la soberanía popular expresada en el voto y las instituciones, en lugar de en la legítima capacidad del pueblo de elegir sus formas de vida y relaciones. Las asambleas, como la nuestra, que no se sumaron al proceso institucional, tampoco supieron cómo hacerse cargo del mismo ni cómo enfrentarlo. Sin embargo, fue el afán de cuidar el espacio de forma respetuosa lo que primó, buscando que estos espacios tuvieran posibilidades de supervivencia.

Ya en 2020, habiendo mantenido la protesta y organización durante casi medio año a pesar de lo recién descrito, estalla la pandemia, lo cual significó otro retroceso en estas incipientes formas de organización territorial. Los encuentros físicos dejaron de ser posibles, la virtualidad dejó de ser una herramienta para transformarse en la única opción para intentar mantener a flote lo que quedaba de lo avanzado. Así, el trabajo territorial se volcó a la solidaridad, levantando formas alternativas y autogestionadas de abastecimiento como acopios, compras colectivas y ollas comunes. Con la desmovilización hecha una realidad, el gobierno avanzó en políticas represivas diseñadas para perseguir y desarticular la poca organización que se mantuvo activa en este período.

Actualmente, con la pandemia aparentemente más controlada, las asambleas territoriales han tendido a reencontrarse, rearticularse, y volver a la presencialidad, reapoderándose de los espacios públicos como pudimos verlo, por ejemplo, en las actividades conmemorativas y combativas del 11 de septiembre.

Consideraciones para avanzar

Dentro de esta rearticulación en la que nos encontramos, se hace necesario empezar a pensar distintas problemáticas a las que nos estamos y nos seguiremos enfrentando. En primer lugar, no se puede ignorar que la consigna de “Fuera Piñera” ha sido central a lo largo de estos dos años. En ese sentido, cabe cuestionar a dónde apuntaremos los dardos una vez que se encuentre fuera del escenario político. En segundo lugar, hay que tener en consideración que, una vez terminadas las ayudas estatales por motivos de la pandemia, nos enfrentaremos a un panorama de alto desempleo que puede generar un alza en las movilizaciones, pero que es muy probable que el siguiente gobierno busque institucionalizarlas. En tercer lugar, ya es conocido que, durante los últimos días, la derecha, la ex-concertación y el Frente Amplio han demostrado su intención de hacer perdurar las lógicas capitalistas de la política representativa que hicieron crisis en la revuelta. Por ejemplo, el carácter consultivo y no vinculante de los plebiscitos y la ratificación de los ⅔ en la convención constitucional. Por último, las consignas transversales como libertad a lxs presxs politicxs, o juicio, castigo y reparación, no se pueden soltar ni tranzar, y deben ser consideradas como piso mínimo para avanzar.

En ese marco, creemos fundamental, en primera instancia, el juntarnos. Se hace más exigente que nunca que abandonemos todo ego y sectarismo, en miras de poder construir una alternativa real con vocación popular, subversiva y revolucionaria, de forma de superar así el momento de irrelevancia en el que nos encontramos. Si seguimos divididxs como hemos estado en los últimos años, seguiremos en forma de proliferación de núcleos activos intentando tapar el sol con un dedo, dinámica que nos ha llevado a estar desarticuladxs, atomizadxs y con nula relevancia política en la realidad, en la teoría y en la praxis.

Sobre esto, debemos mantener siempre presente que esta alternativa debe construirse desde abajo, y que los colectivos históricamente activos (en coordinación) debemos ser dinamizantes de este proceso y ponernos al servicio de un pueblo que nos mostró que el camino siempre será la rebelión. Se hace necesario emprender este tránsito, sobre todo, con humildad y autocrítica.

Para esto, creemos que la conformación de espacios territoriales y articulados de discusión, formación y movilización jugarán un rol muy relevante en la perspectiva de la construcción de una alternativa, siempre, con la firme convicción de que las revoluciones las hacen los pueblos.


Yhislaine Pavez Manzzo

Mamá, trabajadora, participante de Asamblea Territorial Villa Frei, Ñuñoa

Simón Aguayo

19 años Estudiante. Participante de Editorial Alpaka y Asamblea Territorial Villa Frei.